- enero 20, 2024
Transcurría una soleada tarde durante finales de los años 90 cuando en una estrecha trocha de una vía rural que une los municipios de Valencia en Córdoba y San Pedro (Antioquía) se encontraban dos camionetas “caraevacas” parqueadas. Mi auxiliar detuvo la marcha de la motocicleta que nos movilizaba porque era mejor esperar que se calmaran los moros.
Una señal de “siga-siga” nos obligó a continuar nuestro paso; sin embargo otra orden contrastó con la impartida por un jovencito de escasos 16 años. Nos debíamos bajar de la motocicleta y pasar con ella apagada y a pie.
Reza un refrán popular de la costa “ojo al ojo que la vista engaña” y en esos lugares era mejor caminar mirando hacia el piso y si observas algo, por tu bien es mejor no haber mirado. Mi vista aunque siempre dirigida al suelo quebrado por la temporada no puedo evitar mirar que estaba pasando y por que nos habían dado dos órdenes diferentes aunque en el mismo sentido.
Solo levante por unos segundos la vista y estaba ella; una mujer con una mirada estremecedora; se le notaba cansada, tal vez extenuada por horas de incertidumbre. Desde un principio supe que era ella y por ese motivo cambie la dirección de mi vista e ignore el momento.
Ahí quedó la única vez que conocí a la senadora, ni fue el momento, ni fue el lugar pero si sentí una impotencia de verla ahí, sentada en un tronco sin saber que iba a pasar con ella. Nunca supe hacia donde la trasladaron y nadie por esa época hablaba de la negrita Piedad Cordoba.