CORRALEJAS ENTRE GRITOS DE FIESTAS Y ECOS DE VIOLENCIA
CORRALEJAS ENTRE GRITOS DE FIESTAS Y ECOS DE VIOLENCIA
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En una región llena de cultura, este tipo de actividades surgieron como un espacio de esparcimiento para la población, evolucionando lentamente hasta las fiestas que conocemos hoy en día. Desde sus inicios las fiestas de toros han sido sinónimo de música, calor y folclor, aspectos clave dentro de la cultura cordobesa, lo que ha hecho que con el tiempo esta tradición cobre importancia y se mantenga a pesar de factores como los cambios generacionales, el abandono rural, o el crecimiento de los pueblos, tal como lo describe el escritor Juan Santana Vega en su libro “El mundo de las corralejas” quien también brindó una entrevista sobre la historia y evolución de esta herencia.

Así como la sociedad se transforma también lo hace su cultura y, a medida que se fue arraigando la fiesta de la corraleja, también empezaron a darse hechos de violencia para muchos, no deseados; alejados tal vez del ambiente primitivo que generaban estas festividades donde las familias y comunidades se reunían en torno a la convivencia pacífica y el disfrute social. En contraposición a esto se empezaron a presentar situaciones poco agradables que trascenderían en la mente de las personas.

Además de lo integrado como parte del espectáculo para herir o picar al toro, banderillas y garrochas, catalogado luego como maltrato animal; se empezaron a presentar muertes de aquellos que “valientemente” entraban al ruedo para lidiar al toro, de caballos desesperados que terminaban dejando sus entrañas por toda la arena y en otras ocasiones de menor cantidad, toros que desafortunadamente terminaban sin vida. El escritor Juan Santana Vega cuenta uno de estos hechos.

Dentro de las corralejas se presenta una paradoja, un juego de sentimientos donde el hombre se siente atraído por el enfrentamiento que se le hace al toro, por sentir  de cerca el peligro que este le transmite y al mismo tiempo disfrutar de la satisfacción que le deja librarse de él; sentir orgullo sobre el animal; ese sentimiento de alegría momentánea que en cualquier instante se fusiona con la tristeza repentina del ataque o cornada de un toro hacia alguna persona herida, lo cual, no impide que la fiesta continúe, pero que deja un sabor amargo entre algunos, o más ansias por parte de otros de querer seguir y siendo espectadores de estas experiencias.

Si bien, algunas personas tal vez por la propia experiencia y por otros aspectos que la refuerzan piensan que la corraleja propicia diferentes actos de crueldad, hay otros que piensan que la corraleja no implica actos de violencia y que los que se dan, han sido por situaciones externas a ella o por falta de regulación.

Las herencias están marcadas muy en lo profundo de la mente de las personas, especialmente de aquellas que crecieron junto a esta tradición y que han sido testigos de su desarrollo, como es el caso de una buena parte de la población cordobesa, la cual como es evidente, tiene opiniones divididas ante esta realidad.

Sin embargo, para definir si ésta práctica cultural incita a la violencia o no, es necesario basarse en mucho más que opiniones. Yendo a términos clínicos, la neuropsicóloga Mónica Manchado, explica cómo reacciona el cerebro químicamente al presenciar actos violentos o situaciones de posible riesgo, para así, entender si la práctica o visualización de corralejas incita a la violencia entre la población.

Ahora bien, para lograr la integralidad de las perspectivas dentro de las corralejas es necesario apartar un poco la mirada del lado humano e irnos a la perspectiva del animal.

Comprendiendo las fiestas taurinas meramente como un acto con fines de entretenimiento, hay quienes afirman que el toro es uno de los principales afectados en la corraleja, puesto que es expuesto a altos niveles de estrés con la finalidad de que reaccione, todo acompañado de daño físico hacia el animal. Por otro lado muchos más defienden esta práctica con la anatomía de la especie, afirmando que no le afecta dada la complexión del animal.

Ahora bien, para lograr la integralidad de las perspectivas dentro de las corralejas es necesario apartar un poco la mirada del lado humano e irnos a la perspectiva del animal.

Comprendiendo las fiestas taurinas meramente como un acto con fines de entretenimiento, hay quienes afirman que el toro es uno de los principales afectados en la corraleja, puesto que es expuesto a altos niveles de estrés con la finalidad de que reaccione, todo acompañado de daño físico hacia el animal. Por otro lado muchos más defienden esta práctica con la anatomía de la especie, afirmando que no le afecta dada la complexión del animal.

Debido a este debate impulsado por creencias personales, el veterinario, experto en ganado, Camilo Peña habla acerca de esto.

Además de los toros, existen otros actores importantes dentro de las corralejas que suelen perderse en medio del bullicio y la adrenalina, como caballos y personas que terminan envueltas en la arena heridas o muchas veces muertas.

Ante este panorama es imposible cerrar los ojos, por eso es necesario llegar a una pregunta vital, una que implica cuestionar y reflexionar sobre las cicatrices que deja una practica cultural y que aún así sea llamada fiesta.

Esta tradición, innegablemente conlleva un alto nivel de riesgo tanto para los participantes como para los animales. La falta de medidas de seguridad adecuadas, la violencia inherente al maltrato animal, y la exposición de los asistentes a situaciones peligrosas han hecho de estas festividades un escenario de tragedias repetidas.

Hay una naciente necesidad de transformar esta práctica hacia formas más seguras y éticas, no sólo para proteger la vida humana, sino también para evitar la normalización de la violencia en el marco de la celebración cultural.

Es evidente que una buena parte de los actos realizados dentro de las corralejas por sí solos son actos violentos, debido a factores característicos de la práctica, como los banderilleros, la presencia de sangre, heridos e incluso las muertes que han llegado a suceder dentro del recinto, sin embargo, basándose en estas singularidades no es posible afirmar que estas incitan a la violencia en sus espectadores.

No obstante, teniendo en cuenta los factores anteriormente mencionados, es necesario traer a colación el sentimiento de la satisfacción o gozo que sienten los participantes de las corralejas al estar presentes en ellas  y ser testigos de estos actos, con el fin de incitar al cuestionamiento de si esta supuesta felicidad, es realmente satisfacción o es simplemente morbo disfrazado de euforia, en una práctica que normaliza la brutalidad.

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